Todos recordamos nuestras viejas casas con grandes solares o patios inmensos que tenían matas de plátano, una pequeña huerta casera, una cochera y un gallinero.
El frente de la casa tenía una barbacoa en donde la familia departía las narraciones orales, los cuentos, los mitos y las leyendas. Al llegar el San Juan era todo un ritual el sacrifico del marrano y se escuchan los llantos por su muerte porque era como de la familia y le apodaban cariñosamente “pipo”.
El otro escándalo familiar o la algarabía cuando había que desnucar el gallo “chepe” para preparar los tamales.
Los jóvenes asistían a las rondas sampedrinas y a los desfiles, no había agua, ni harina, tampoco se permitía el transito de motonetas.
El tablado popular era asediado por jóvenes y adultos donde se bailaban sanjuaneros y pasillos.
Las comparsas de los barrios eran muy populares como la de don “Jeremías” , “Abundio” con sus bailes de la danza del cordón y la contradanza. Los desfiles eran bien populares, las candidatas eran transportadas en zorras tiradas por un caballo, no existía el Bus Real, sino una chiva popular y en las casas se bailaba palo parao y la gente emocionada, gritaba ¡viva el que baila! Y otro decía que ¡viva el dueño de casa! Y el más borracho que ¡viva yo!.
Por eso lo tradicional se volvió popular y lo popular hace parte de la cultura Huilense.