Por: Jairo Herrera
La mayoría de los estudiantes pasaron abruptamente de la presencialidad a la virtualidad, con una desventaja para algunos docentes; tenemos jóvenes centennials y millennials, aquí el obstáculo para ese inesperado paso son en particular algunos docentes, pues los chicos son navegantes digitales.
En tal sentido, los educadores tendrían que ser flexibles y dosificar el trabajo virtual, para ello se requiere iniciar el proceso de una indulgencia académica: deconstruir la calificación, la evaluación y el currículo; se necesita valorar lo emocional que supere la viralidad del contenido y prácticamente adoptar la flexibilidad curricular enfocada en el bienestar emocional.
En consecuencia, el juicio de valor es mediante preguntas significativas de ¿Cómo ha vivido en casa este periodo de clases virtuales? y ¿Cómo le gustaría regresar a las clases presenciales?; ¿Cómo están las relaciones familiares?, ¿Cómo mejorar los maltratos, los impases caseros?; ¿Sí requieren las familias atención especializada?, debido a la angustia, la ansiedad, el miedo y la zozobra.
El nuevo concepto de familia desde la subjetividad debe entenderse, es con quien está viviendo actualmente nuestros estudiantes, el tío, los abuelos o solo papá e hijo o tal vez mamá y varios hermanos, quizás no existen buenas relaciones comunicacionales y en esas ausencias de afecto, prevalecen los maltratos físicos y verbales afectando la salud emocional y mental de las familias educativas.
La evaluación para implementar sería socioemocional dentro del proceso abrupto de la normalidad a la virtualidad, incluso otras preguntas significativas pueden ser las del reingreso o reintegro a las clases presenciales y en consecuencia la valoración cualitativa también tiene que ser socioemocional.
Debemos deconstruir la evaluación y desconceptualizar la calificación, entendida como una valoración desde la concepción del bienestar socioemocional de los estudiantes y sus familias, de ese inesperado paso de la presencialidad a la virtualidad no se realizaron saberes previos, un plan de acompañamiento con semanas de sensibilización tanto para estudiantes, padres de familia y docentes.
El diagnóstico integral antes de la pandemia y después de la post-pandemia, no se planificó el primero por lo inesperado y el de la contingencia emocional estamos en mora de construirlo en equipo. El plan de contención de las emociones pre y post pandemia es fundamental para determinar la vulnerabilidad de los integrantes de la comunidad educativa, verificando su estado emocional para quizás el regreso a la presencialidad.
Hay que caracterizar mediante instrumentos sencillos y creativos como están nuestros estudiantes equilibrados emocionalmente para este nuevo aprendizaje, un diagnostico elemental desde lo psicosocial que representen las inquietudes y expectativas de nuestros estudiantes y puedan manifestar si el tipo de material de trabajo curricular impuesto por el MEN y acatado sumisamente por algunos profesores presentan vivencias significativas, son de su satisfacción y qué estudiantes no cuentan con elementos tecnológicos y exigir al estado colombiano la universalización de las TICS.
En este nuevo proceso, preguntémonos, si hemos sido flexibles, creativos y si estamos dosificando la entrega de materiales y trabajos, para determinar la evaluación de la virtualidad que es diferente a la valoración de la normalidad, el susto, el estrés, depresión, las relaciones familiares, el aprendizaje cooperativo en casa, la ansiedad de los docentes, la tranquilidad de las familias tanto estudiantes y maestros están afectando la salud mental promoviendo inestabilidad emocional.
Es momento de que todos los integrantes de la familia educativa, iniciemos un proceso para determinar estrategias de contención emocional. Se deben realizar conversatorios desde las ágoras virtuales para que nuestros estudiantes, padres de familia y docentes narren sus experiencias significativas a través de sus roles, las experiencias significativas virtuales son importantes como una limpieza emocional y espiritual a través de charlas y conversatorios; escuchar los intereses y necesidades de cada uno de los integrantes de este nuevo proceso de la presencialidad a la virtualidad.
Cuando hablamos de deconstruir y reconceptualizar, es desestructurar para desconceptualizar un análisis teórico e intelectual, se produce una nueva estructura conceptual y exclamar un ¡eureka! Revisar los conceptos, es descubrir dentro de él un proceso histórico y cultural para reencontrarse con uno nuevo, ya contextualizado, se desprende el viejo concepto de calificar y reencontrar un proceso de valoración socioemocional para el redescubrimiento de una nueva evaluación socioemocional.